El mapa no es el territorio


Permítanme contarles dos historias de personas. La primera trata sobre Nick Vujicic. Nació en Melbourne, Australia, sin tres de sus extremidades, le faltan ambos brazos a nivel de los hombros y extremidad inferior derecha, y tiene un pequeño pie con dos dedos protuberando de su muslo izquierdo. Su vida estuvo llena de dificultades pero se sobrepuso: aprendió a escribir usando los dos dedos en su “pie” izquierdo, y utiliza un aparato que se introduce en su dedo más grande para sostener cosas. Aprendió a usar el ordenador y a teclear con el método “heel and toe” . Hoy, Nick se ha convertido en un conferenciante de talla mundial y presidente de la ONG Life Without Limbs, una organización para personas con discapacidad Fisica. Ha hablado ya en 4 Continentes (Africa, Asia, Oceania y America), en doce países y con 12 mil personas cara a cara.


Jennifer Capriati es la protagonista de la segunda historia. Seguro que la recuerdan. Niña prodigio del tenis, desarrolló su trayectoria en los 90. Capriati aprendió a jugar al tenis desde muy pequeña, ya que su padre Stephano le dio las primeras clases. Cuando era más joven, fue entrenada por Chris Evert. Se convirtió en la jugadora profesional más joven en jugar una final (13 años y once meses).Durante su carrera consiguió 14 títulos, tres de ellos de Grand Slam, un Roland Garros y dos Open de Australia. Ganó el oro olímpico en Barcelona 92 con sólo 16 años. Alcanzó el número 1 de la clasificación en octubre de 2001. Ganó 42 de 60 partidos jugados, ganando alrededor de 2 millones de dólares en premios. Pero la vida de Jennifer se vió salpicada de graves escándalos personales y legales. En 1994, fue detenida por hurto en una tienda y por posesión de marihuana. El pasado verano, reconocía en una entrevista al New York Daily News que sufría depresión y que tenía pensamientos suicidas.

¿Cuál es la diferencia entre Vujicic y Capriati? ¿Donde está la suerte y la desgracia? ¿Cómo se alcanza el éxito? ?Cómo se encuentra el fracaso? Siempre he pensado que la cuota de problemas no es menor en los perdedores que en los triunfadores. Tengo pleno convencimiento: las diferencias entre perdedores y ganadores no están en los hechos sino en la manera en que estos perciben esos hechos. En la Programación NeuroLingüística se utiliza el principio "el mapa no es el territorio" para referirse a la idea que las representaciones internas de un acontecimiento no tiene porque coincidir con su reproducción exacta. Desconocemos como son las cosas en realidad sino sólo como nos las representamos internamente. Entonces, ¿porque no representarlas de manera positiva para potenciar nuestros actos en lugar de generar creencias limitantes?. Anthony Robbins, gurú de la PNL señala que la clave para obtener los resultados que uno desea consite en representartelas cosas de manera que uno se sitúe en un estado de plenitud tal que, plenamente dueño de sus recursos, pueda asumir acciones de la especie y calidad que se necesita para alcanzar los resultados".

Les pondré un ejemplo mi día a día: Diego, profesional con experiencia como administrativo, lleva un año sin empleo. Justifica su situación laboral en varios hechos: la ineptitud de la clase política, el fenómeno migratorio, su edad avanzada, el enchufismo instaurado...En definitiva su representación interna le lleva al convencimiento que no va a encontrar empleo jamás. Estas creencias le limitan en cuanto a su actitud para la búsqueda de empleo: no muestra interés para formarse, se derrumba ante cualquier negativa, no le enceuntra sentido a sus acciones positivas. Lo de Diego ocurre en todas las facetas de la vida. Si imaginamos que las cosas no van a salir bien, nunca saldrán bien. Por contra, si imaginamos que las cosas van a salir perfectas generaremos recursos internos que posiblemente nos capacitarán para alcanzar los resultados propuestos. Todo es cuestión de creencias,pero recuerda, El mapa no es el territorio.

1 comentario:

Óscar Rodríguez Alabanda dijo...

Que ciertas tus afirmaciones Thomas. Incluso yo nunca perdí la esperanza ni siquiera en los peores momentos que pasé (profesionales). Y vosotros también hicísteis que no desesperara más de una vez. Incluso en esa última tarde con tu mujer revisándo mi despido tenía la esperanza de la llamada que finalmente se produjo... y ahora pienso que por eso mismo ocurrió, por esperarlo. Hay que creer en la justicia, en las personas y en uno mismo.

Un saludo!